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Discurso de la Ministra Federal de Relaciones Exteriores Annalena Baerbock,Diputada del Bundestag Alemán en el acto inaugural de la Semana de UNIDAS 2022
Unidas Woche Eroeffnungsveranstaltung Seguimos Unidas 2022 – Opening Event im Auswaertigen Amt. Annalena Baerbock (Buendnis 90/Die Gruenen), Bundesaussenministerin. Berlin, 22.03.2022, © Thomas Trutschel/photothek.de
Estimadas miembras de UNIDAS,
estimados señores y señoras,
buenos días para América Latina y el Caribe, buenas tardes para Alemania.
Estimada Antonia Urrejola:
Me alegra especialmente que hoy te encuentres aquí con nosotros, porque de tu país nos llegan estupendas noticias. Y estas, a decir verdad, escasean últimamente.
El 11 de marzo se consolidó en Chile el primer “Gobierno feminista”.
Está conformado por 14 mujeres y 10 hombres. Lo cual es una maravilla puesto que una proporción tan alta de mujeres solo la hay en muy pocos otros gabinetes del mundo.
Felicidades, estimada Antonia, por formar parte de este Gobierno.
En realidad, una lista de gabinete de estas características no debería ser algo inusual.
Sin embargo, en la realidad en la que viven las mujeres y niñas de todo el mundo es una señal demasiado poco frecuente de igualdad y equidad.
De ello pueden tomar ejemplo los gobiernos, consejos directivos y parlamentos de todo el mundo, y subrayo del mundo porque no se trata de un problema Norte-Sur o Este-Oeste. Lo vemos en Europa, en nuestro país, en nuestro parlamento.
Y es que de todos los diputados del Bundestag Alemán tan solo el 34 por ciento son mujeres. Con esta cifra estamos peor posicionados que muchos países de África y América Latina.
En el año 2022 nos seguimos encontrando con una triste realidad: ningún país del mundo ha alcanzado hasta ahora una auténtica igualdad.
Todas las que participamos hoy aquí queremos que esto cambie.
Sería demasiado bonito que solo tuviéramos que hablar de puestos directivos.
Pero se trata de una cuestión existencial: este mundo no es un lugar seguro para las mujeres y las niñas. Ningún lugar del mundo.
A muchas de ustedes les resultará familiar el nombre de Chiara Páez. Chiara tenía 14 años cuando cursaba 8.º año en una pequeña localidad argentina de Santa Fe.
Le gustaba jugar al hockey y tenía muchas amigas. Tenía un novio de 16 años de edad. Y estaba embarazada de tres meses.
Su cuerpo fue encontrado en el patio de la casa donde vivía su novio con su familia. Más tarde confesaría que la había matado a golpes. ¿Por qué? Porque se negaba a abortar el hijo que esperaban. Por entonces, el aborto era una práctica ilegal en Argentina. La cruel historia de Chiara fue la gota que colmó el vaso.
Que se maten a mujeres por razón de género ocurre tan a menudo que necesitamos una palabra para referirnos a ello.
Los femicidios colocan a América Latina y el Caribe entre las regiones más peligrosas del mundo para las mujeres y las niñas.
De los 25 países con las tasas más altas de femicidios del mundo, 14 son de América Latina y el Caribe.
Permítanme expresarlo con total claridad: los femicidios son una terrible realidad en todos los países.
La cifra de ataques violentos contra las mujeres también es escandalosamente elevada en Alemania.
Una de cada tres mujeres en Alemania es víctima de la violencia en algún momento de su vida. De media, cada cinco minutos una mujer sufre violencia en la pareja. Y cada tres días muere una mujer a causa de esa violencia a manos de su pareja o ex pareja.
Estos asesinatos de mujeres son continuamente minimizados como riñas familiares por parte de algunos medios de comunicación o incluso en sentencias judiciales.
Si bien es cierto que la violencia física es la forma más cruda en la que se muestra la desigualdad y el odio a las mujeres.
A ello se suman muchas más cosas. En muchos países a las mujeres les está prohibido decidir libremente sobre su cuerpo y sobre su salud.
En Alemania —hasta hace cuatro semanas que mi nuevo Gobierno modificó el Código Penal—, los ginecólogos no podían publicitar en sus páginas web que practicaban abortos.
Precisamente en el Día Internacional de la Mujer, el Congreso de Guatemala aprobó un proyecto de ley que prohíbe los matrimonios entre personas del mismo sexo y endurece las penas de prisión por aborto de tres a 10 años. Al menos entre tanto el Congreso ha suspendido el procedimiento legislativo.
En las Naciones Unidas asistimos regularmente a un auténtico choque cultural en torno a la cuestión de si el compromiso en pro de la salud y los derechos sexuales y reproductivos puede aparecer en las declaraciones. Lamentablemente, esto no es una obviedad ni en la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer celebrada este año en Nueva York.
Por todo ello, como Ministra de Relaciones Exteriores y como mujer de 41 años y madre de dos niñas, llegados a este punto me gustaría decir de forma poco diplomática:
Ningún hombre político, juez o abogado sabe qué significa un embarazo no deseado ni mucho menos una violación.
Nuestro cuerpo, nuestra decisión.
Es nuestro cometido que se convierta en una obviedad para nuestras hijas precisamente eso: el derecho universal a decidir sobre su propio cuerpo.
Si finalmente lo conseguimos, se reflejará también en otros ámbitos en los que las mujeres siguen estando en situación de desventaja.
Las mujeres son más pobres y tienen peor acceso a la educación.
En Alemania, las mujeres ganan de media un 18 por ciento menos que los hombres. Y según UNICEF, las mujeres representan dos tercios del total de la población analfabeta del mundo porque en muchas regiones van menos niñas al colegio que niños.
Las mujeres también tienen menos voz en las decisiones políticas:
Tan solo una cuarta parte de los diputados en los parlamentos nacionales del mundo son mujeres. Y según ONU Mujeres, el año pasado tan solo 24 países del mundo tenían mujeres Jefas de Estado o de Gobierno.
Y todos estos problemas afectan más a las personas que sufren discriminación múltiple: mujeres trans, mujeres indígenas, mujeres negras, mujeres con discapacidades.
El Día Internacional de la Mujer, muchos políticos expresaron su compromiso con la igualdad de derechos. Pero no debemos quedarnos en simples compromisos, es nuestra obligación atajar los abusos y hacer cambios reales.
Esa tarea nos hemos propuesto como nuevo Gobierno Federal alemán.
Por eso impulso una política exterior feminista.
A este respecto hay quien se pregunta: “¿Entonces significa que los hombres ya no tienen nada que decir?”.
No, al contrario. No se trata de excluir, sino de incluir.
No se trata de escuchar menos voces, sino MÁS voces. Todas las voces de la sociedad.
Porque no puede ser bueno para ningún país, ninguna economía, ninguna sociedad que la mitad de la población no participe en condiciones de igualdad.
¿Cómo pretendemos resolver problemas como el cambio climático si no escuchamos a la mitad de la población mundial?
Así pues, la lucha por la igualdad es inherente a toda sociedad. Debemos luchar juntos por alcanzarla, tanto en Alemania como en América Latina y el Caribe —con todas las personas, sin diferenciación de sexo.
Les ofrecemos la Red de Mujeres UNIDAS: una plataforma para la lucha por la igualdad de derechos. Financiamos proyectos, creamos redes de activistas y aprendemos de sus experiencias.
Basta con mirar aquí a nuestro alrededor para darnos cuenta del potencial de UNIDAS. Permítanme destacar aquí tan solo algunos ejemplos —en representación de todos los demás—:
En esta sala hay dos mujeres que están negociando en Venezuela entre el régimen de Maduro y la oposición.
También contamos con una experta brasileña que lucha por la seguridad de las mujeres defensoras del medio ambiente en la zona del Amazonas.
Y tenemos entre nosotras a la directora chilena de un think tank que obtuvo un importante triunfo la semana pasada en la Convención Constitucional en curso:
Que el derecho a decidir de forma autónoma sobre el propio cuerpo y sobre la sexualidad se haya incluido en la propuesta de Constitución chilena que se votará este año en el país.
Precisamente por ello he tomado la decisión de asumir hoy el patrocinio de UNIDAS:
Porque creo que juntas podemos hacer cambios.
Y porque tenemos que hacer cambios.
Se lo debemos a las mujeres y niñas como Chiara Páez.
La periodista Marcela Ojeda, que hoy se ha conectado con nosotros desde Argentina, fue quien difundió entonces la noticia de la muerte de Chiara. Tuiteó tres palabras que causaron un enorme revuelo: “Nos están matando”.
Miles de mujeres salieron a la calle a protestar. Bajo el hashtag #NiUnaMenos, lo que comenzó como un movimiento local se replicó hasta Chile, Uruguay, Perú y México.
Esto es una muestra de lo que significa la política exterior en un mundo interconectado, donde la sociedad civil y las personas luchan juntas por sus derechos más allá de las fronteras.
Las compañeras de Chiara viven ahora en un país en el que se denuncian abiertamente los femicidios. Y aunque la lucha continúa, allí las mujeres al menos ya no son tratadas como criminales ante la ley si deciden abortar.
Por ello ahora les voy a hacer entrega a unas representantes de “Ni Una Menos” que hoy nos acompañan aquí del primer Premio UNIDAS para los Derechos de la Mujer y la Democracia.
Han demostrado que si nos mantenemos unidas, podemos conseguir muchas más cosas que si luchamos solas. Ese es precisamente el espíritu que caracteriza nuestra red: ¡UNIDAS!
Muchas gracias.